En este momento me encuentro ante una realidad penosa que a mi parecer está estrechamente vinculada a la desesperanza general y a la falta de “cultura” que nos afecta.
Primero, me parece necesario desligar el concepto ideología de la política, que tiende a banalizarlo y a crear cierto rechazo o desinterés hacia elmismo. Las ideologias representan un conjunto de ideas articuladas y autónomas bajo las cuales los hombres adquieren conciencia del conflicto y “lo resuelven”. Esta conciencia, dicho sea de paso, está determinado por lo social.
Napoleón utilizó el término ídolos para denominar a todos aquellos promotores de “ideas de cambio”, para él vendedores de falsas verdades.
Hoy en día es posible afirmar que carecemos de ideologías; sin embargo, abundan los ídolos, que actualmente expresan ideas de “control”, ya que son las que tendemos a reproducir incansablemente con un mínimo de conciencia de lo que estamos haciendo. Estos ídolos que limitan nuestra criticidad y criterio personal son los medios de comunicación.
Constantemente nos encontramos reproduciendo falsas ideologías que los medios depositan en nuestras mentes como por hipnosis. No somos concientes de la realidad y de los problemas sociales más que a través de estas versiones acomodadas.
Para probar esto, por ejemplo, cabe autocuestionarnos con preguntas como: ¿cuántos de nosotros hemos tenido contacto directo con el nuevo códico procesal penal?; ¿cuántos hemos revisado con detenimiento los tratados del TLC?; ¿cuántos conocemos el mecanismo de funcionamiento de la generación y distribución de energía eléctrica en nuestro país?; etc. etc. etc.... y de esta forma podriamos confirmar la condición light con que estamos acostumbrados a tratar la mayor parte de los temas que son relevantes para nosotros, por no decir todos.
Con esto no quiero que se me mal interprete, nunca pondría en duda la productividad de conocer los diferentes puntos de vista existentes sobre cualquier acontecimiento político, económico o social; sin embargo, propongo que, como los griegos, contrastemos y discutamos estos puntos con mayor escepticismo y profundidad, que nos formemos opiniones propias y las defendamos y las modifiquemos sólo por argumentos cuyos fundamentos nos representen realidades tangibles. Será entonces cuando realmente sepamos algo y tengamos herramientas para reconstruir nuestra patria.
Primero, me parece necesario desligar el concepto ideología de la política, que tiende a banalizarlo y a crear cierto rechazo o desinterés hacia elmismo. Las ideologias representan un conjunto de ideas articuladas y autónomas bajo las cuales los hombres adquieren conciencia del conflicto y “lo resuelven”. Esta conciencia, dicho sea de paso, está determinado por lo social.
Napoleón utilizó el término ídolos para denominar a todos aquellos promotores de “ideas de cambio”, para él vendedores de falsas verdades.
Hoy en día es posible afirmar que carecemos de ideologías; sin embargo, abundan los ídolos, que actualmente expresan ideas de “control”, ya que son las que tendemos a reproducir incansablemente con un mínimo de conciencia de lo que estamos haciendo. Estos ídolos que limitan nuestra criticidad y criterio personal son los medios de comunicación.
Constantemente nos encontramos reproduciendo falsas ideologías que los medios depositan en nuestras mentes como por hipnosis. No somos concientes de la realidad y de los problemas sociales más que a través de estas versiones acomodadas.
Para probar esto, por ejemplo, cabe autocuestionarnos con preguntas como: ¿cuántos de nosotros hemos tenido contacto directo con el nuevo códico procesal penal?; ¿cuántos hemos revisado con detenimiento los tratados del TLC?; ¿cuántos conocemos el mecanismo de funcionamiento de la generación y distribución de energía eléctrica en nuestro país?; etc. etc. etc.... y de esta forma podriamos confirmar la condición light con que estamos acostumbrados a tratar la mayor parte de los temas que son relevantes para nosotros, por no decir todos.
Con esto no quiero que se me mal interprete, nunca pondría en duda la productividad de conocer los diferentes puntos de vista existentes sobre cualquier acontecimiento político, económico o social; sin embargo, propongo que, como los griegos, contrastemos y discutamos estos puntos con mayor escepticismo y profundidad, que nos formemos opiniones propias y las defendamos y las modifiquemos sólo por argumentos cuyos fundamentos nos representen realidades tangibles. Será entonces cuando realmente sepamos algo y tengamos herramientas para reconstruir nuestra patria.